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«No existe sabio que lo sepa todo, ni ignorante que no sepa nada».


10 de junio de 2018

Es tiempo de soltar


En esta ocasión quisiera compartir una reflexión con motivo del desapego, que a mi parecer, es lo más difícil de trabajar. Desprenderse de un trabajo, de una relación, de alguna amistad, de algún familiar, de una mascota o inclusive, cosas materiales. 

Es tiempo de soltar. Debemos decir: «Aquí dejo todo lo que me hace daño». Es tiempo de ser más fluido con la gente, conmigo mismo. Es momento de dejar ir, de permitir que el viento me despeine y me sacuda; que se lleve el resentimiento, que mi alma perdone deudas y deudores.Es tiempo de que me perdone a mí mismo; ya me regañé bastante. Fueron muchas las piedras que yo mismo puse en mi camino; los puentes dinamitados... Para auto-castigo ya estuvo bien; elijo el camino de la aceptación; es mejor.

Acepto y entiendo que merezco empezar de cero; con alma transparente, y espíritu tranquilo. En mi vida, a partir de ahora, lo que ha de ser, será. Y lo que no, pues no. Entiendo que por más que me angustie, no agregaré un centímetro a mi estatura; el Más Grande Maestro que ha pisado esta Tierra, tenía razón.

Es tiempo de relajarme. Dios no me está juzgando. Así que, ¿por qué habría yo de hacerlo? Es hora de elevar anclas... De liberar cosas, de soltar gente, de tomar otras.  Nadie tiene porque ser como yo quiera. Así están perfectos.

Así ha funcionado hasta este momento su vida. ¿Qué mejor prueba podría pedir para convencerme? Me dedico a atender lo mío, a refundarme. Viene bien tirar lo que ya no sirve, perdonar. Entre ser feliz y tener razón, elijo lo primero.

Tener la razón todo el tiempo es el peor de los desgastes, pues te quita el sueño intentando corregir al Universo. Es hora de soltar cadenas, de confiar más en el Cosmos y menos en la apariencia de este mundo convulso.

Me dejo ir. La vida me conduce. Quiero comenzar de nuevo con un corazón joven, que brinque de gusto con los cantos que anuncian el día. Como cuando éramos niños. ¿Se acuerdan? Un alma que sea capaz de asombrarse con el amarillo de los girasoles, de ver en el cielo un milagro pintado de azul y no sólo un día más, llano y simple.

Es tiempo de soltar y maravillarme. He estado demasiado ocupado para ver las estrellas. Elijo mirar la sonrisa del Sol. Elijo abrazar al aire. Me ama lo suficiente para mantenerme con vida. ¿Qué mejor prueba de amor, ah?

Afortunadamente, se me dio la facultad de elegir. Elijo controlar a mis propios demonios; convivir con mis ángeles. Es más... he decidido darles vacaciones porque es tiempo de soltar, de elevar anclas, de dejarme en paz.

De tanto pelear conmigo mismo, se me esta olvidando a qué sabe la sonrisa. Qué estupendo es cuando no controlas a nadie, cuando no pides cuentas, cuando tiras a la basura los rencores. A partir de ahora quiero ser más justo; la vida no es un tablero de ajedrez ni las personas caballos o alfiles.

Trato a las personas como me gustaría que me trataran. Si algo nos debemos, te ofrezco un abrazo, te pido una disculpa. Yo ya me perdoné. ¿Podrías hacerlo tú también? Yo te invito. Renovación es una palabra muy comprometedora... ¡Te obliga a caminar sin excusas!

Sin nadie a quien echarle la culpa de nada. Pero definitivamente es el camino al Cielo. Nada es casualidad, no hay accidentes en el mundo de la voluntad. Por eso, sea cual sea la razón por la que estén leyendo estas líneas, elijo creer que el Universo nos permitió crear este lazo, aun cuando ni siquiera nos hayamos visto. Elijo creer que estemos dispuestos a sembrar más sonrisas en nosotros mismos y en la gente.

Deseo que, ahora y siempre, tu vida esté llena de bendiciones. Si sueltas tus temores, tendrás las manos libres para recibir. Sé feliz.

4 de junio de 2017

Creo en mí

Creo en mis formas, en mis caminos; en esos que duelen pero que rinden frutos.
Creo en el sendero de la verdad, en el sendero difícil.
Creo en mi alma, en esa porción agazapada de mí.
Creo en mis palabras, en mis frases, en mis abrazos y en mis miradas.
Creo en quien soy y, por lo tanto, en quien a pesar de las derrotas no tengo intenciones de dejar de ser.

Creo en mi sueño, en el magnífico sueño que seguiré construyendo hasta que no me queden más fuerzas para creer.
Creo en el destino, en mi historia, en mis pasos y en mi experiencia.
Creo en mis ganas de dar y creo en un mundo maravilloso que espera recibir mi gota de cariño.
Creo en la amistad, en los besos, en la lluvia, en las sonrisas y en los secretos.
Creo en mi esfuerzo por crecer, en mis ganas de crecer.

Creo en la vida, y en la magia con la que toca todas las cosas.
Creo en el destino y en un futuro de recompensa para quienes afrontan el desafío de ser fieles a sí mismos.
Creo en mí; sobre todo creo en mí cuando caigo, cuando no tengo fuerzas, cuando el viento sopla y mis velas ceden, sigo creyendo en aguantar y en volver con todas mis fuerzas para seguir y seguir creyendo, y seguir andando, y seguir viviendo.

Creo en los sentimientos que pueden hacer de cada día un Sol distinto y por supuesto, creo en el amor y en ese modo indescriptible de estar parado ante la vida, en esa manera intrépida de hacer transcurrir el tiempo, en esa forma tan peligrosa y a la vez tan excitante de tener el corazón abierto.







29 de abril de 2017

Aún queda mucho por aprender

Mario Alonso Madrigal es el autor de un libro extraordinario que lleva por nombre "Extrañando a Dina". Me gustó la historia y quiero compartir una reflexión de esta obra. 

Mi experiencia en la vida, mis aciertos y sobre todo, mis errores, me han hecho saber que aún me falta tanto por APRENDER, por ENTENDER, por CAMBIAR, por CORREGIR, por ACEPTAR y por MEJORAR tantas cosas en el Amor...
DEBO APRENDER que enamorarme no es obsesionarme ni irme a los extremos con alguien.
DEBO APRENDER a no poner toda la motivación de mi vida en sólo una persona.
DEBO ENTENDER que no se debe rogar amor y que una relación de pareja no es para vivir angustiado.
DEBO APRENDER que si pretendo tener una relación de adulto, debo comportarme como tal, con madurez.
DEBO ACEPTAR que en el amor como en cualquier otra cosa de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores, que el miedo solamente dificulta más las cosas.
DEBO APRENDER que no es bueno sobrevalorar, endiosar, ni idealizar a nadie. Porque todos somos seres humanos y no debo esperar de mi pareja más de lo esperable.
DEBO APRENDER que es bueno ser como soy, siempre y cuando eso no implique herir a quien esté conmigo.
DEBO ACEPTAR que en algunas ocasiones, es necesario pasar por un gran dolor para conocer una gran felicidad, ya que a veces el suelo del fondo es el más apto para brincar.
DEBO TENER PRESENTE que el sentir algo hoy no implica el sentirlo mañana, y así como me permito disfrutar también debo permitirme llorar, porque el dolor es parte de la vida tanto como el placer, pero eso sí, el sufrimiento siempre será opcional.
DEBO ENTENDER que la confortabilidad brindada por la rutina es engañosa, porque la realidad está en constante cambio, por eso es necesario aprender a tolerar la inseguridad natural de la vida cotidiana.
DEBO ACEPTAR que los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve como él desee y no como a uno le dé la gana. Si éste me permite hacer algunas cosas sobre él, debo estar agradecido y no lamentándome por lo que no pude hacer.
DEBO MEJORAR mi amor propio…
Para que la partida de algunas personas no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado. Para no ser sensible al abandono. Para aceptar que simplemente funcionó el tiempo necesario. Para no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.
DEBO ACEPTAR que agradarle a alguien hoy no garantiza el agradarle mañana. Y eso no tiene por qué ofenderme si lo acepto…
Si acepto que a veces las personas no pueden dar más.
Si acepto que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo, y a que yo ya no le guste.
Si acepto que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mí no me satisfagan.
DEBO RECORDAR que a veces lo bueno se obtiene esperando y presionando se arruina. Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y RECORDAR…
Que la impaciencia es producto de un impulso emocional, el cual tal vez pronto pasará.
Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo.
Que la presión se puede convertir en irrespeto.
Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, ahí no va mi verdad, sino mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta.
Además, si soy paciente no veré la espera como sufrimiento.
DEBO APRENDER a no ser posesivo. Que alguien se marche no es perder una pertenencia. Mi pareja no es mía, es prestada, y “su dueño”  tiene derecho a llevársela cuando desee. Y aunque “ser dueño” de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, debo entender que eso es una ilusión. Aunque la crea mía, no lo es, por lo tanto…
No puedo decidir sobre la vida de quien esté conmigo.
No puedo esperar que actúe sólo de acuerdo a mis deseos.
No debo controlarle, manipularle, adueñarme de ella, ni decidir su destino.
No debo reclamarle a la vida por hacerme devolverle lo que me prestó.
Pero sobre todo… DEBO APRENDER… QUE NUNCA DEJARÉ DE APRENDER, y mientras continúo aprendiendo, debo permitirme vivir y sentir.