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«No existe sabio que lo sepa todo, ni ignorante que no sepa nada».


30 de noviembre de 2010

LA IMPORTANCIA DE CORRER RIESGOS

Quiero compartirles una historia de águilas que escuché no hace mucho en uno de tantos lugares por donde luego me hallo y, no me refiero al tristísimo equipo amarillo de futbol soccer mexicano, pues aunque podría resultar interesante hacer una dura crítica de los deportes en México, no es el propósito de lo que les escribo hoy. Más bien, quiero que lean esta historia que seguramente les dejará algo; de lo otro les recomiendo un noticiero deportido o algún periódico barato que venden en las estaciones del metro de la Ciudad de México.

Pues bien, esta es la historia de un par de águilas: el papá y el hijo. Cuando creció el hijo águila, su padre le dijo: “Hijo mío, no todos nacen con alas y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Universo te ha dado.” Pero yo no se volar –le contestó el hijo–. Ven –dijo el padre–, lo agarró y lo llevó al borde del abismo de una montaña. ¿Ves hijo? Este es el vacío, cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, volar profundo y saltar al abismo. Una vez en el aire soltarás las alas y volarás. El hijo dudó. ¿Y si me caigo? –Preguntó el hijo–. Aunque te caigas, no morirás. Sólo algunos machucones que te harán más fuerte para el próximo intento –contestó el padre–.

El hijo volvió al pueblo con sus amigos, sus compañeros con los que había caminado toda su corta vida y que habían crecido juntos. Los más pequeños (de mente, pensémoslo así) le dijeron ¡¿Estas loco?! ¿Para qué vas a hacer eso? ¡Tu papá está delirando¡ ¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de tonterías? Y además, ¿quién necesita volar? –Le decían sus “amigos”. Los más inteligentes también sentían miedo y comenzaron a preguntarle ¿será cierto? ¿Por qué no empiezas poco a poco y despacio? Dile a tu papá que lo piense bien, ¿estará diciendo la verdad? En todo caso, prueba a tirarte desde una escalera, no desde el abismo o desde la copa de un árbol pero, ¿desde la cima de la montaña? No, eso es peligroso y muy arriesgado.

Aquel joven plumífero escuchó el consejo de quienes lo querían, supuestamente. Subió a la copa del árbol y con coraje saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a Tierra. Con un gran “chichón” en la frente se encontró a su padre. ¡Me mentiste, no puedo volar! ¿Cómo siendo tú mi padre me hiciste eso? Probé y mira el golpe que me dí. No soy como tú, mis alas sólo son de adorno –le reclamaba al padre– y comenzó a llorar. ¡Hijo! –Dijo el padre– para volar primero hay que crear el espacio de aire libre necesario para que se desplieguen las alas. Es como tirarse en paracaídas, necesitas de cierta altura antes de volar. Para aprender a volar hay que empezar corriendo siempre un riesgo. Si uno no quiere correr riesgos lo mejor es resignarse y seguir caminando para siempre o en todo caso saltar sólo desde las copas de los árboles.

19 de noviembre de 2010

¿QUÉ PASARÍA SI…?

Quiero hablarles esta mañana de un par de valores humanos, que son la unión o la solidaridad, aquello que nos hace parte de otro ser humano y las sociedades más avanzadas en este planeta, las que ganan los mundiales de futbol porque una selección es el reflejo de cómo está una sociedad, no al revés. Por eso los valores; quien deja hablar de ellos o quien deja de concebir la palabra “valor” quiere decir que va en dirección contraria a la vida, va hacia la época de piedra, quiere volver a ser primate o se vuelve una vil y vulgar cucaracha.

¿No se han preguntado que pasaría si un día al despertar nos diéramos cuenta de que somos mayoría? ¿Qué creen que pasaría si de pronto una injusticia, sólo una, fuese repudiada por todos? Todos que somos todos, no unos, no algunos sino Todos. ¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso? ¿Qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin arma en silencio, sin manifestaciones, pero si en multitudes, en millones de miradas la cara a los opresores, sin “vivas”, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin preferencias políticas? O como diría el propio Mario Benedetti, que pareciera trabalenguas pero no lo es: “¿Qué pasaría si yo pidiera por ti, quie estás tan lejos y tú pidieras por mi que estoy tan lejos y ambos por los otros que están muy lejos y los otros pidieran por nosotros aunque estemos lejos?” “¿Qué pasaría si pusiéramos el cuerpo y el corazón en vez de lamentarnos?” “¿Qué pasaría si rompiéramos las fronteras y avanzamos, avanzamos y avanzamos?” “¿Qué pasaría si quemamos todas las banderas sin diferencias teniendo tan sólo una bandera única, la nuestra?” Yo agregaría que quizá ninguna, pues no la necesitamos. Desde el ángulo en el que me encuentro yo me preguntaría ¿qué pasaría si de pronto dejamos de ser jueces, holgazanes, cobardes, hipócritas e interesados para comenzar a ser humanos? No lo se, como diría el Maestro Benedeti “¿Qué pasaría?”

15 de noviembre de 2010

LA OPORTUNIDAD

A muchos de nosotros se nos han presentado una variedad de oportunidades a lo largo de nuestra corta vida, de conveniencias de tiempo y lugar que si bien hemos sabido aprovecharlas, siguen presentes o lo estarán próximamente, todo depende de nuestro libre albedrío y de nuestra capacidad para tomarlas o dejarlas para otro. Esta mañana me he puesto a reflexionar sobre la expresión “oportunidad” y quiero compartirles lo que considero al respecto. Pues bien, una oportunidad es la ocasión de hacer algo, pero hay que saber el justo momento para aprovecharla. La oportunidad no se presenta en la rutina diaria, no se les presenta a quienes ven la vida de color gris. La oportunidad es coimo una franca sonrisa en un rostro desconocido, tampoco se presenta a quienes la buscan afanosamente y es que la oportunidad puede ser espectacular, así como discreta y disimulada. Por eso la oportunidad radica más bien en una cuestión de enfoque, es como si de pronto se me ocurriera limpiar los cristales, los que a través de ellos veo mi vida y resulta que el polvo acumulado en ellos no me permitía ver clara y brillantemente.

Sus vidas en sí, son una gran oportunidad. Quien diga que la vida siempre está saturada de escollos, problemas y no cambie esa manera de ver la vida, no se permie ver que también está llena de oportunidades. Hay algunas personas que sólo alcanzaron a ver una sóla oportunidad en toda su vida y lograron metas jamás imaginadas. ¿Se imaginan si hubieran podido ver las noventa y nueve anteriores que ignoraron? Si eres joven, aprende a ver las oportunidades y a aprovecharlas. Si eres maduro muévete, estás perdiendo el tiempo. Y si eres anciano de manera de pensar o de manera de comportarte, limpia esos lentes; déjenme decirles que aún hay muchas oportunidades por disfrutar. La oportunidad es una bendición dirigida a todos nosotros por quien realmente nos aman, es decir, la vida misma. Tengan un buen día, amigos míos.