Bienvenidos


«No existe sabio que lo sepa todo, ni ignorante que no sepa nada».


8 de julio de 2018

La carta que no deberías escribir nunca

Hace algunas semanas leí una carta de un escritor uruguayo que me gustó y quisiera compartir. Y a mí se me hace maravilloso: «Lo que nunca te pude decir». Es una carta escrita antes de morir para un amor profundo. A lo mejor algún día se inspiran y la emplean también para el amor de sus vidas, no lo sé. A lo mejor no. Quizás un día se despiden de alguien que amen tanto y les dejan esta carta redactada con su puño y letra...

AMADA MÍA:
Esta carta que escribo desde lo más profundo de mi alma, desde el mayor pozo de la soledad, la escribo por y para ti. Dictadas todas y cada una de las palabras que arrojo, por el mismísimo corazón, ese corazón que no tuvo el valor de decírtelo en aquél momento, mirándote a los ojos, a las ventanas de tu alma, y que te amo.
Nunca supe el significado del verdadero amor, hasta ahora. Ahora que llegan mis últimos días de vida. Ahora, soy consciente de la mísera vida que he tenido, teniéndolo “todo” y sin tener nada. Ahora me doy cuenta, cuando pienso en ti, en esa mirada que me clavabas en mi pecho, en esa sonrisa majestuosa y sublime, esa belleza colosal que recorría tu esbelto y bello cuerpo, por cada uno de los poros de tu piel. Ahora es tarde, muy tarde, para decirte lo que yo sentía y siempre he sentido por ti. Tarde para devolver lo que tú me hiciste vibrar sin ni siquiera tocarme.
Es tarde porque no fui lo suficientemente valiente, para abrir mi alma y dejar en tus manos delicadas y suaves, mi pobre corazón. Tarde para volver atrás. Tarde para amarte eternamente. Tarde para saborear los placeres dulces e infinitos de tu cuerpo. Tarde por no saber estar en el preciso momento, aún sabiendo que eras tú. Tarde por no llenar esos instantes vacíos.
Solo tú, fuiste ella. Ella que casi desarma todas mis armaduras. Ella, la mujer que fue capaz de hacerme enloquecer, solo con voltear tu bonito rostro y matarme con una mirada felina, diabólica y angelical a la vez. Ella que esperó, sin obtener ninguna respuesta. Ella que siempre fue, y estuvo sin estar, hasta el último segundo de vida.
A punto de emprender un viaje hacia lo desconocido, hacia el más allá; ahora desgraciadamente,  me atrevo a descifrar el mensaje de mi propio corazón. Un corazón que ha vivido a galopes y contracorrientes del ego. Del falso yo. Ahora que me voy para siempre, saco a pasear mi alma, como si fuera mi mayor y preciada mascota. Como si yo no hubiera sido alma y aire puro. Ahora, a poco de partir y cerrar mis ojos para siempre, estos ojos que brillan, pero no de felicidad, sino de tristeza y de lágrimas sin esperanzas, ahora, me sincero contigo. Me sincero conmigo mismo.
Me armo de valor, aquél valor que nunca tuve por tenerte y porque me tuvieras. El valor para amarte cada uno de mis días. Ese valor que desapareció como una cortina de humo en la que sopla la brisa del mar. Me armo de valor para decir al mundo, a la mujer y amor de mi vida, pero sobre todo a mí mismo, que la vida es vivida por los valientes. Es vivida por quiénes caminan sin miedos, aún teniéndolos, siguen y viven con el alma al descubierto. Es vivida esta vida, por todos aquellos que no temen al dolor, aún sabiendo que tendrán que recoger en muchas ocasiones, los miles de pedacitos rotos de ellos mismos y de sus corazones. Vivida por aquellos que con su sangre, borran los charcos de lágrimas de otras personas. Esta vida es vivida en su plenitud y grandeza, por todas y cada una de las almas que lloran y se vuelven a levantar. Que sufren y que son apedreados, pero aún así levantan la cara, levantan el pecho y siguen adelante. Sin escudos, sin máscaras, sin armaduras, sin etiquetas…
Siempre te tuve sin tenerte. Espero mi penitencia en las últimas horas que me quedan por vivir, crucificado y apuñalado en el alma. Con todo lo que pude llegar a expresarte en su momento y ahora, cuando no puedo hacer nada por mi rendición y muerte, me desangro el corazón.
Solo quería decirte, como hace muchos años debí hacerlo, que solo tú, has sido el amor de mi vida. Espero que algún día me llegues a perdonar. Espero que algún día, sea el hombre que ahora siento que podría haber sido. No sé en qué vida, pero espero que mi amor sea mayor, que la cadena perpetua de mis miedos y de reencarnaciones.
Que el encuentro sea pronto, tal vez llegue a tiempo a tu vida y con el suficiente valor en la próxima.

¡Qué maravilla!