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«No existe sabio que lo sepa todo, ni ignorante que no sepa nada».


31 de octubre de 2010

EL LIBRE ALBEDRÍO

En ocasiones hemos escuchado la expresión “libre albedrío” y suele haber personas que la utilizan sin saber a qué se están refiriendo. Pero al final de cuentas es el poder de decisión porque uno puede decidir a qué le hace más caso. Ustedes se pueden clavar horas, días, semanas, meses, años en prestarle atención al rencor, a las noticias negativas, al miedo y a muchos otros factores como la tristeza o la depresión como el preguntarse ‘¿por qué me paso esto a mí?’ y mientras más tiempo se pasen pensando y sintiendo todas y cada una de las cosas que no les gustan o les dan miedo, más situaciones iguales a esa que supuestamente ustedes no quieren que les pasen y se preguntan por qué les pasan o les han pasado, más cosas iguales les van a suceder. Por eso un milagro significa cambio radical que hay en sus corazones, en sus mentes y cambian su manera de pensar y de sentir para que comienzen a suceder todas y cada una de las cosas que les están pasando. Pero todo eso está en función de un trabajo propio y consciente de elegir en qué se quiere pensar, elegir en qué se quiere gastar la mayor parte del tiempo y de la energía de uno mismo.

Alfredo Cuervo Barrero, un escritor muy bueno, escribió algo relacionado con esto que les platico que hablando precisamente del libre albedrío y de lo importante que es saber decidir lo que uno tiene que escoger. El decía que queda prohibido llorar sin aprender, levantarte un día sin saber que hacer, tener miedo a tus recuerdos, sentirte sólo alguna vez. Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños. Queda prohibido no demostrar tu propio amor, hacer que alguien pague tus deudas y tu mal humor, inventarte cosas que nunca ocurrieron, recordarte sólo cuando no tienes a alguien acordarte de esa persona. Queda prohibido dejar a nuestros amigos, ni intentar comprender lo que vivimos juntos, llamarles solo cuando los necesitamos, no ver que también nosotros somos distintos.

Queda prohibido no ser ‘yo’ ante la gente, fingir ante las personas que no me importan, hacerme el gracioso con tal de que te recuerden, olvidar a todos aquellos que me quieren. Queda prohibido no hacer las cosas por uno mismo, no creer en Dios y hayar mi destino, tener miedo a la vida y a sus castigos, no vivir cada día como si fuera un último suspiro. Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarse, odiar los momentos que nos hacen quererla o quererlo, olvidar sus ojos, su risa, todo porque sus caminos han dejado de abrazarse. Que prohibido olvidar nuestro pasado y pagarlo con nuestro presente. Queda prohibido no intentar comprender a las personas, pensar que sus vidas valen mas que la nuestra, no saber que cada uno tiene su camino y su dicha; sentir que con su falta el mundo se termina

Queda prohibido no crear nuestra historia, dejar de dar las gracias a nuestras familias por nuestras vidas, no tener un momento para que la gente que nos necesita pueda vernos, no comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita. Queda prohibido no buscar nuestra felicidad, no vivir nuestra vida con una actitud positiva, no pensar en que podemos ser mejores, no sentir que sin tal o cual persona este mundo no sería igual. Pero como todo libre albedrío uno es quien decide, no hay más.

30 de octubre de 2010

EL SOL Y EL VIENTO

En mi afán por promover en ustedes, mis estimados amigos lectores, el interés por la reflexión interna, me he pemitido contarles algunas anécdotas que he escuchado en algunas de mis clases en la Universidad, algunas otras que veo en las cadenas que mandan por correo electrónico y otras que me nace contarles porque me parecen muy interesantes, quiero en esta ocasión platicarles de una fabula con un mensaje agradable que le he llamado “El sol y el viento”.

Pues bien, se trataba de que en una ocasión el Sol y el Viento discutían sobre cual de los dos era más fuerte. La discusión fue muy larga porque ninguno de los dos quería ceder su poder. Viendo que por el camino avanzaba un hombre acordaron en probar sus fuerzas desarrollándolas contra aquel hombre que iba pasando por aquel camino. Vas a ver –dijo el viento– como con sólo echarme sobre ese hombre desgarro sus vestiduras y comenzó a soplar cuanto podía, pero cuanto más esfuerzos hacía el hombre más oprimía su capa gruñendo contra el viento y seguía caminando. El viento encolerizado arrojaba lluvia y nieve pero el hombre no se detuvo y más cerraba su capa. Comprendió el viento que no era posible arrancarle la capa.

Mientras tanto el Sol sonrió mostrándose entre dos nubes recalentó la Tierra y el pobre hombre que se recocijaba con aquel dulce calor se quitó la capa y se la puso sobre el hombro. ¿Ya ves…? –Le dijo el Sol al Viento– ¿…cómo con la bondad se consigue más que con la violencia?

27 de octubre de 2010

LA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA

Hace un par de semanas en una cátedra de Derecho Romano, un admirable maestro al quien yo le tengo mucho afecto y respeto, del quien ante ustedes me permitiré el derecho de reservarme el nombre como todo un caballero, contó una anécdota que me llevó parte del día reflexionando sobre la esencia natural de las cosas pues hace algún tiempo que no hacía una reflexión interna tan detenida como ahora.

Pues resulta que en una ocasión mucha gente asistía a una ceremonia sagrada, conocida comúnmente como misa a un templo de un pequeño lugar. Estaban personas de piel blanca, menos clara y de raza afroamericana. Al terminar la misa de un dichoso domingo, sale una mamá con su hijo pequeño de ocho años, quienes por cierto eran de la raza afroamericana.

En la pequeña plaza que había fuera del templo se encontraba un globero con una diversidad de globos de muchos colores: rojo, azules radiantes, amarillos, blancos, rosas, verdes… una inmensa variedad. El niño observaba como los otros pequeños iban con sus padres a comprar algún globo. Sin que se diera cuenta la mamá, el niño se acercó al globero quien vendía un globo azul rey a una niña y le decía que aquél globo significaba la redondez del cosmos.

El niño sin entender mucho lo que quiso decir el globero se quedo viendo atentamente un globo de color negro, que parecía resaltar mucho entre todos ellos. De pronto, aquél globo colorido se le escapó al globero. El niño de ocho años salió corriendo tras él tratando de alcanzarlo. Al ver que el niño no podía atraparlo puesto que se elevó muy deprisa, el globero se acercó a él y le dijo: Niño, aquél globo no subió por el color del mismo, no. Subió por lo que lleva dentro.

24 de octubre de 2010

PARA LOS QUE NO CREEN EN DIOS (Y PARA LOS QUE SÍ CREEN)

Ahora que recientemente fui a cortarme el cabello recordé una historia que me platicó hace un tiempo una persona que solicitó este mismo servicio en una barbería, que en lo personal me quedé maravillado, pues déjenme decirles que no es un cuento de cientos de aburridos capítulos que durante el desarrollo no te dicen absolutamente nada bueno, no, para nada. Todo lo contrario, en verdad deja un mensaje muy persuasivo, que al menos a mi me hizo reflexionar bastante. Quiero compartírselas, a ver que les parece.

Pues bien, este hombre del que les platico fue a una barbería, a una peluquería pues, a cortarse el cabello y a recortarse la barba como es de costumbre y en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía, hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto tocaron el tema de Dios.

Aquel barbero le dijo: ‘Fíjese caballero que no creo que Dios exista como usted dice’. ¿Pero por qué dice usted eso, señor? –Preguntó el cliente–. Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame ¿a caso si Dios existiera habría tantos enfermos por ahí en la calle pidiendo limosna? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad en todo el mundo. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas esas cosas. La persona de quien les platico se quedó pensando un momento pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y su cliente salió del negocio.

Recién abandonaba la barbería, vió en la calle a un hombre con la barba y el cabello muy largo. Al parecer, hace mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado, entonces regresó a la barbería y le dijo al peluquero ¿Sabe una cosa? Los peluqueros y los barberos no existen. ¿Cómo que no existen? –Pregunto el peluquero–, si aquí estoy, yo soy peluquero. No, no existen. –Le respondió el cliente de quien les hablo– porque así como me dijo que Dios no existía por todo lo que sucedía, yo digo que no existen los peluqueros porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan largas como la de aquél hombre que va por la calle. ¡Ah!, los peluqueros si existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí o no van hacia una peluquería. Exacto, –dijo el cliente–. Ese es el punto, Dios si existe. ¿Ahora me entiende?