Muchos de nosotros al ignorar el significado de una palabra, acudimos en primer lugar o como mínimo a un diccionario. Eso es bueno, para aquellos que lo hacen. Partiendo de esta idea, ¿ustedes han escuchado a qué se refiere la palabra “coraje”? Sin hacer caso omiso a la sugerencia que les planteé al comienzo de esta reflexión, usted mi querido lector, la encontrará en el diccionario como la impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo o del valor. Bien podrá también encontrarlo como sinónimo de irritación o de la ira misma. Perfecto, ya les ahorré esta tarea. Ahora bien ¿se quedarían conformes con esta insuficiente definición? La respuesta es “depende”, ya que cada uno tendrá una manera peculiar de interpretar dicha palabra o bien la enriquecerá con algún conocimiento previo que cada uno posee.
Yo he recaldado incansablemente que no soy dueño de ninguna verdad y en virtud de vivir en un Estado de Derecho que reconoce la libertad de expresión, me atrevo a ejercerlo asumiendo las consecuencias que ello implica (sin restringir otro Derecho Fundamental, diría el joven M. Carbonell), lo que significa que lo que leerán en las siguientes líneas no es más que la perspectiva y óptica de un humilde servidor acerca del coraje, pero entiéndase que no me remito al coraje como el berrinche que uno hace cuando alguien se nos cierra en un semáforo o no nos deja pasar. No, eso es berrinche y viene del ego. Al coraje al cual me refiero es el coraje de un león, es el coraje para poder sacar algo fundamental en nuestra vida que es el mismo valor. Es el coraje para enfrentarse a las adversidades, para poder sobrevivir, el que todo ser humano tiene que mostrar en algún momento determinado de su vida para poder saltar o vencer los obstáculos.
Lo que ocurre en Libia y países colindantes así como en Japón y los otros países orientales son aparentemene un conjunto de situaciones trágicas y realmente muy tristes, pero yo me atrevo a sostener que eso que acontece es una prueba enorme que la vida les ha puesto a estos seres humanos. Siempre he creído que las piedras más pesadas se han hecho para que las resistan las pesonas más fuertes y por tanto considero que las crisis no son malas, en lo absoluto. La vida, como les digo, nos va poniendo pruebas para demostrar el carácter, sobre todo el coraje, como alguna vez Albert Einstein dijo en una etapa de crisis. Este hombre le habla al pueblo alemán después de que ellos no tenían absolutamente nada de comer y luego del exhilio al que tuvo que ir nuestro amigo por ser judío y regresar a su pueblo destrozado y literal dijo así:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y a países porque la crisis trae progreso y coraje en sí; la creatividad nace de la angustia, el coraje nace de la angustia así como el día nace de la noche más obscura. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado, quien le atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. Quien le atribuye a las crisis toda su mala suerte o su mala fortuna le está dando más poder a todo lo que es problema que a su coraje y poder interno. La verdadera crisis en los países es la que se conoce como ‘pereza’ para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos no hay coraje y sin éste la vida es una lenta agonía. Sin crisis todo viento será caricia; hablar de crisis es promoverla y callar en la crisis es exhaltar el conformismo. En vez de esto, tengamos coraje, acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no luchar por superarla.” ¡Cuánta razón Señor Einstein! Completamente de acuerdo.