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«No existe sabio que lo sepa todo, ni ignorante que no sepa nada».


10 de abril de 2022

Permítete ser feliz

Date permiso para separarte de personas que te traten con brusquedad, presiones o violencia. No aceptes ni la brusquedad ni mucho menos la violencia aunque vengan de tus padres amigos o pareja. Tampoco de tus hijos, tu jefe, ni de nadie. Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este momento fuera de mi vida.

Me considero un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto. Tú, que lees esto ahora, también lo mereces.

Permítete no ser “el alma de la fiesta”, el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan. No hemos nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarnos: no has nacido para estimularles con tal de que continúen a tu lado.

Mi propia existencia, mi ser; ya es valioso. Si quieren continuar a mi lado las personas que me quieren deben aprender a valorarme. Mi presencia ya es suficiente: no he de agotarme haciendo más. Así también tú.

Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo. No voy a cargar con responsabilidades que corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse. Si las exigencias de mis superiores son desproporcionadas hablaré con ellos clara y serenamente.

Date permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que te infundieron tus padres y las personas que te educaron. El mundo no es sólo hostilidad, engaño o agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada. Abandona los miedos conocidos y arriésgate a explorar las aventuras por conocer.

Más vale lo bueno que se ha ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Piensa: "voy a explorar sin angustia".

Permítete no agotarte intentando ser una persona excelente. No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente. Permítete rechazar las ideas que te inculcaron en la infancia intentando que te amoldaras a los esquemas ajenos, intentando obligarte a ser perfecto: un hombre o una mujer sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir: inhumano.

Asume plenamente tu derecho a defenderte, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asume tu derecho a poner límites y barreras a algunas personas sin sentirte culpable. No has nacido para ser la víctima de nadie.

No sufras angustia esperando una llamada de teléfono, una palabra amable o un gesto de consideración. Afírmate como una persona no adicta a la angustia. No esperes a que vengan esas consideraciones desde el exterior. Y no esperes encerrado o recluido ni en casa, ni en un pequeño círculo de personas de las que depender.

Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, pienso que la vida es una experiencia de abundancia. Empiezo por reconocer mis valores. El resto vendrá solo. No espero de fuera.

Y no tienes que estar al día en muchas cuestiones de la vida: no necesitas tanta información, tantas aplicaciones en tu teléfono, tanta película de cine, tanto periódico, tanto libro, tanta música. Decide no intentar absorber el exceso de información. Permítete no querer saberlo todo y no aparentar que estás al día en todo o en casi todo.

Saborea las cosas de la vida que tu cuerpo y tu mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo. Decide profundizar en todo cuanto ya tienes y eres. Con lo que eres es más que suficiente. Y aún sobra, tampoco está mal querer ser mejor. Tómalo en cuenta.

Date permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas desmesurados: las personas que se exceden en consideración resultan abrumadoras. Y dan tanto porque quieren recibir mucho más a cambio. Yo prefiero las relaciones menos densas.

Permítete ser auténtico. No te impongas soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que te disgustan o que no deseas. No te esfuerces por complacer. Si intentan presionarte para que hagas lo que tu cuerpo y tu mente no quieren hacer, afírmate tranquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.

Elige lo que te da salud, paz y vitalidad. Te haces más fuerte y más sereno cuando tus decisiones las expresas como forma de decir lo que quieres o no quieres, y no como forma de despreciar las elecciones de otros. No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré. Piénsalo así y permítete ser feliz.

Permítete estar tal como te sientas bien contigo mismo, contigo misma y no como te ordenan las costumbres y los que te rodean: lo “normal” y lo “anormal” en los estados emocionales los establece uno. No hay más.