Ahora que recientemente fui a cortarme el cabello recordé una historia que me platicó hace un tiempo una persona que solicitó este mismo servicio en una barbería, que en lo personal me quedé maravillado, pues déjenme decirles que no es un cuento de cientos de aburridos capítulos que durante el desarrollo no te dicen absolutamente nada bueno, no, para nada. Todo lo contrario, en verdad deja un mensaje muy persuasivo, que al menos a mi me hizo reflexionar bastante. Quiero compartírselas, a ver que les parece.
Pues bien, este hombre del que les platico fue a una barbería, a una peluquería pues, a cortarse el cabello y a recortarse la barba como es de costumbre y en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía, hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto tocaron el tema de Dios.
Aquel barbero le dijo: ‘Fíjese caballero que no creo que Dios exista como usted dice’. ¿Pero por qué dice usted eso, señor? –Preguntó el cliente–. Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame ¿a caso si Dios existiera habría tantos enfermos por ahí en la calle pidiendo limosna? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad en todo el mundo. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas esas cosas. La persona de quien les platico se quedó pensando un momento pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y su cliente salió del negocio.
Recién abandonaba la barbería, vió en la calle a un hombre con la barba y el cabello muy largo. Al parecer, hace mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado, entonces regresó a la barbería y le dijo al peluquero ¿Sabe una cosa? Los peluqueros y los barberos no existen. ¿Cómo que no existen? –Pregunto el peluquero–, si aquí estoy, yo soy peluquero. No, no existen. –Le respondió el cliente de quien les hablo– porque así como me dijo que Dios no existía por todo lo que sucedía, yo digo que no existen los peluqueros porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan largas como la de aquél hombre que va por la calle. ¡Ah!, los peluqueros si existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí o no van hacia una peluquería. Exacto, –dijo el cliente–. Ese es el punto, Dios si existe. ¿Ahora me entiende?
Pues bien, este hombre del que les platico fue a una barbería, a una peluquería pues, a cortarse el cabello y a recortarse la barba como es de costumbre y en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía, hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto tocaron el tema de Dios.
Aquel barbero le dijo: ‘Fíjese caballero que no creo que Dios exista como usted dice’. ¿Pero por qué dice usted eso, señor? –Preguntó el cliente–. Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame ¿a caso si Dios existiera habría tantos enfermos por ahí en la calle pidiendo limosna? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad en todo el mundo. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas esas cosas. La persona de quien les platico se quedó pensando un momento pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y su cliente salió del negocio.
Recién abandonaba la barbería, vió en la calle a un hombre con la barba y el cabello muy largo. Al parecer, hace mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado, entonces regresó a la barbería y le dijo al peluquero ¿Sabe una cosa? Los peluqueros y los barberos no existen. ¿Cómo que no existen? –Pregunto el peluquero–, si aquí estoy, yo soy peluquero. No, no existen. –Le respondió el cliente de quien les hablo– porque así como me dijo que Dios no existía por todo lo que sucedía, yo digo que no existen los peluqueros porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan largas como la de aquél hombre que va por la calle. ¡Ah!, los peluqueros si existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí o no van hacia una peluquería. Exacto, –dijo el cliente–. Ese es el punto, Dios si existe. ¿Ahora me entiende?
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