Y de nuevo escribiendo sobre una parte íntegra de nuestra composición humana, los valores. Si no se tienen valores uno se convierte en peor que bestia, pero no me refiero a las bestias ofendiendo a los sabios animales, sino a las bestias de cuentos de terror más horripilantes que puedan existir en la imaginación, en el universo, a esas me refiero. O a las cucarachas, porque no creo que pueda haber alguien que le gusten las cucarachas, en eso nos convertimos cuando no tenemos valores, y uno de esos valores es el perdón o la importancia de perdonar, como es que intitulo esta reflexión.
Tu vida esta plena de logros, lucha y grandes esfuerzos y aunque aveces no parezca cada día te vas acercando paso a paso a lo que tu quieres, pero ten cuidado, puedes tener un enemigo capaz de destruir sin piedad lo que con tanto trabajo has construido, sea poco o mucho y me refiero a tus propios resentimientos.
El resentimiento es como tomar un veneno para tratar de envenenar a otro. Mientras el dolor pasa, el rencor se queda, lo agravas como una herida que no se deja sanar. El resentimiento es un monstruo que puede tener el tamaño que le des, lo puedes alimentar con los pensamientos de queja y de autocompasión. Entre más lo crezcas, más partes de tu vida invadirá, la energía que le das a ese fantasma es la misma que puedes usar para construir tus sueños o la vida más plena y feliz que te mereces.
Quien no perdona sin darse cuenta poco a poco se aisla, empieza a olvidar o dejar de disfrutar lo grato de su vida. Con el rencor te haces más difícil lo difícil y lo agradable se opaca con el tormento de la amargura. Digno, no es quien resiente; digno es quien perdona. ¡Qué estúpida es la venganza que mantiene anclado al dolor! La venganza sabia es dejarlo ir, seguir adelante, es construirse en vez de destruirse.
Tu vida esta plena de logros, lucha y grandes esfuerzos y aunque aveces no parezca cada día te vas acercando paso a paso a lo que tu quieres, pero ten cuidado, puedes tener un enemigo capaz de destruir sin piedad lo que con tanto trabajo has construido, sea poco o mucho y me refiero a tus propios resentimientos.
El resentimiento es como tomar un veneno para tratar de envenenar a otro. Mientras el dolor pasa, el rencor se queda, lo agravas como una herida que no se deja sanar. El resentimiento es un monstruo que puede tener el tamaño que le des, lo puedes alimentar con los pensamientos de queja y de autocompasión. Entre más lo crezcas, más partes de tu vida invadirá, la energía que le das a ese fantasma es la misma que puedes usar para construir tus sueños o la vida más plena y feliz que te mereces.
Quien no perdona sin darse cuenta poco a poco se aisla, empieza a olvidar o dejar de disfrutar lo grato de su vida. Con el rencor te haces más difícil lo difícil y lo agradable se opaca con el tormento de la amargura. Digno, no es quien resiente; digno es quien perdona. ¡Qué estúpida es la venganza que mantiene anclado al dolor! La venganza sabia es dejarlo ir, seguir adelante, es construirse en vez de destruirse.
El perdón es un regalo para sí mismo, es regalarse la paz, es soltar la carga, es decidir mirar la luz de nuevo y con determinación caminar hacia ella, hacia lo mejor de ti, de tu vida. No perdones para que el otro cambie, acéptalo: nunca las otras personas van a ser como tú quieres, yo creo que eso no depende de ti. No le des a nadie el poder de hacerte infeliz. Perdona porque decides hacerlo, retoma tu poder, tu inmensa capacidad de construir tu propia tranquilidad.
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